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Devoto: ¿De adentro o de afuera?

Incluso en los lugares más hermosos y pintorescos, existen realidades que algunos prefieren no ver.

Por CAROLINA BOUEKE

Para muchos, Villa Devoto es un barrio pintoresco de tardes soleadas en cafés aesthetic, conocido por sus casas elegantes, plazas y restaurantes. Sin embargo, detrás de esta fachada encantadora, lo que pocos saben es que dentro del barrio se encuentra uno de los centros penitenciarios más antiguos del país, un lugar donde el tiempo parece detenido en un constante estado de tensión. 

 

Detrás de los muros altos y la seguridad reforzada, el Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires marca un punto de tensión en la comunidad, un debate entre aquellos que están adentro o afuera. Los ciudadanos de Villa Devoto suelen utilizar esta idea de “sos de adentro o de afuera” haciendo referencia a si estás en la cárcel, adentro; o en la ciudad, afuera. 

 

Esta división simbólica no solo separa a quienes están privados de su libertad de aquellos que disfrutan de la vida tranquila en el barrio, sino que también refleja una separación más profunda: la que existe entre las dos realidades que coexisten en Villa Devoto. Para aquellos que están “afuera”, la vida transcurre con normalidad, viajes a los colegios, al trabajo, reuniones de amigos en las cafeterías y paseos por las plazas. El barrio es una burbuja de tranquilidad que parece impermeable al caos y a la violencia que sí forma parte de la cárcel.​

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Sin embargo, dentro de los muros, el ritmo de vida es otro. Ahí dentro, el paso del tiempo es marcado por la rutina de la vida carcelaria, por la tensión que nunca termina completamente, y por la esperanza, o desesperanza, de los internos que ven el mundo exterior como un horizonte lejano. Para ellos, el barrio de Devoto, es solo una idea de la que están desconectados por completo, una imagen borrosa que no saben si algún día podrán aclarar.

 

Los residentes del barrio, viven conscientes, pero a veces indiferentes por la existencia del penal. Algunos lo ven como una mancha en el barrio, una realidad incómoda que prefieren que no se conozca o no se debata al respecto. Otros, aceptan su presencia como algo que hace años está ahí. No obstante, en ambos casos, la cárcel y sus presos permanecen como una especie de un “otro”, una realidad paralela que en nada se parece a la vida cotidiana de quienes están del lado de afuera de los muros. 

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historia

de la cárcel

La cárcel se construyó en terrenos donados por la familia Visillac al Estado nacional. Se inauguró en 1927, en una zona que en ese momento, era las afueras de la Ciudad. Nació como una prisión para contraventores y estaba bajo la órbita de la Policía Federal. Sin embargo, en 1957 quedó en manos del Servicio Penitenciario Federal y se convirtió en un complejo de máxima seguridad. 

Durante las dictaduras de 1976 y 1983 funcionó como centro clandestino de detención y torturas. Se utilizaba para alojar en forma ilegal a miles de presos políticos que eran sometidos a torturas y en muchos casos asesinados o desaparecidos. Fueron aproximadamente mil doscientos presos los que pasaron por esta cárcel y que luego fueron “blanqueados” para ocultar ante la comunidad internacional el plan sistemático de desaparición de personas. 

En Argentina, existe un tratamiento penitenciario que tiene como objetivo facilitar la reintegración social de los presos. Para eso el tratamiento se basa en diversas áreas: eduación, psicología, medicina y trabajo laboral. La buena conducta y participación activa en estas actividades pueden acelerar su salida de la cárcel. “Está en cada uno volver a cometer delitos o no, pero con la ayuda que recibí tanto adentro como afuera de la cárcel decidí no quedarme estancado y salir adelante”, sostiene Gastón Hernández, exconvicto de la cárcel de Devoto. 

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En el aspecto laboral, la cárcel fomenta la capacitación en empleos internos que les permitan adquirir habilidades útiles para su vida en libertad. Desde el ámbito de la educación se promueve el acceso a programas formativos para que los reclusos puedan terminar sus estudios primarios, secundarios y universitarios.

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En el área médica y psicológica, los reclusos reciben atención sanitaria para prevenir y tratar enfermedades físicas o mentales, sin embargo, la cárcel enfrenta problemas de infraestructura, cantidad de material médico y escasez de profesionales. Estas carencias exponen a los presos a enfermedades como la tuberculosis y enfermedades mentales que no son tratadas, lo que genera una crisis humanitaria silenciosa dentro de sus muros.

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Además de las áreas educativas y laborales, la cárcel ofrece actividades culturales para que realicen los presos en su tiempo libre. Entre estas, se destacan las clases de música organizadas por el Centro Universitario de Devoto, donde los internos tienen la oportunidad de aprender a tocar instrumentos, componer canciones y participar del coro de la cárcel. Estas actividades no solo les permiten desarrollar habilidades creativas, sino que también funcionan como una vía de escape emocional. La idea es que construyan algo propio para después poder compartir en la entrega de diplomas de fin de año, donde se invitan a las familias y a los trabajadores de la cárcel.

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​Gastón Hernández: resiliencia tras las rejas

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Gastón Hernández es un hombre que vivió la mayor parte de su juventud enfrentando dificultades propias de haber crecido en una villa en Argentina. Nacido en un entorno humilde, su vida estuvo marcada por el esfuerzo y la lucha por salir adelante. Desde febrero de 2016 hasta octubre de 2022, estuvo recluido en el Complejo Penitenciario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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Detrás de cada rutina, de cada actividad, de cada sufrimiento, hay una lucha por recuperar esa libertad que se perdió ¿Es posible que, en un lugar tan oscuro y sombrío, existan destellos de esperanza que rompan la frontera simbólica entre ser de adentro o de afuera?

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